Martina en el Pais de las Hadas episodio numero L
Martina en el País de las Hadas

Martina en el País de las Hadas (L)

Autor de la fotografía: http://www.viktorhanacek.com/

Nieves se sorprendió tanto al encontrarse de bruces con el chico que llenaba su corazón que tuvo la osadía de invitarle a sentarse con ella. La visita de su madre y su abuela la noche anterior en forma de hadas había ablandado su corazón y derribado la coraza que alzaba para defenderse de sus debilidades.

Sebastián se sorprendió por el ofrecimiento, pero aceptó sin pensárselo dos veces. La maestra estaba tejiendo. Se veía muy hermosa rodeada de lanas y con la mirada baja atenta a su labor. Esa era la estampa que había imaginado todos esos años en los que había tenido a Nieves en la mente. Desde que llegó a su conocimiento el relato de una niña que tejía una manta para honrar la memoria de su mamá, el pastor había pensado mucho sobre cómo sería esa chica.

El muchacho se sentó junto a la maestra y contempló los cuadraditos que estaba fabricando Nieves. Algunos tenían muchos colores, otros eran simplemente blancos, algunos tenían intrincados diseños…

— ¿En qué trabajo se encuentra enfrascada?

Sebastián se sorprendió al notar un leve sonrojo en la expresión de la chica, que se sobresaltó y dejó de tejer. Ella tomó aire durante un segundo que se hizo eterno y le contestó con los ojos puestos en el horizonte.

—Es la manta que le tejo a mi madre desde los cinco años.

Al pastor se le paró el corazón durante un instante. Ahora lo entendía todo. Esa mujer de apariencia seria y distante era incapaz de terminar su manta. Tras ese rostro aplomado seguía viviendo una niña triste que había perdido a su mamá demasiado pronto. El chico se dio cuenta inmediatamente de que Nieves tenía un alma vulnerable y tierna. Podía ver, a través de la piel de la muchacha, a una niña que se resistía a dar por zanjada a su madre.

Sebastián se llenó de amor hacia ella. Desde el primer momento en el que la maestra le tendió su mano a modo de saludo, había querido conocerla. Cuando supo que esa mujer era la niña con la que había soñado tantos años, quiso cortejarla.

Ahora que había visto el alma de Nieves por una rendija, sentía el deseo profundo de que se convirtiera en su compañera.

 

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