Martina en el Pais de las Hadas episodio numero XLV
Martina en el País de las Hadas

Martina en el País de las Hadas (XLV)

Autor de la fotografía: http://www.viktorhanacek.com/

Nieves enseñaba sin levantar la voz. Así había sido educada en su casa. Las mujeres de su familia la habían reprendido siempre con cariño y ella no podía quererlas y respetarlas más.

Por eso a ella le gustaba aplicar esa filosofía casera de vida en su escuela. Trataba a sus pupilos con cariño y firmeza, con amor y determinación. Consideraba que era el modo más respetuoso que conocía de entrar en sus tiernas mentes y de ganarse sus jóvenes corazones. De buena tinta sabía ella que el respeto venía del amor.

El amor… era la base de todo lo que ella había construido en su vida. Como su manta de homenaje a su fallecida madre, surgida de la necesidad de recuperación emocional tras una prematura y significativa pérdida. En realidad, pensaba Nieves, las labores son amor. Mientras coses o tejes piensas en la persona a la que le entregarás tu trabajo, engalanas tu hogar y pones un detalle cariñoso en la vida de la casa.

Nieves siempre había visto a las mujeres de su familia tejer y coser cosas funcionales y hermosas para todos los miembros del hogar: colchas, jerseys, pantalones, tapetes, manteles… todos ellos confeccionados con delicadeza y todo el amor del mundo. Un jersey es igual de funcional si no es bello, pero ellas optaban por mimar a los suyos.

Las labores y la comida le parecían el medio más eficaz de demostrar amor por tus semejantes. Nieves recordaba una ocasión en la que un niñito de su escuela le trajo una pequeña tarta elaborada por él. Cuando se la entregó la miró con unos ojitos expectantes llenos del orgullo que da la conclusión de un arduo trabajo. La tartita estaba completamente destartalada, puesto que la habían fabricado las manos de un niño de siete años. Pero a ella nunca un dulce le supo tan bueno. El niño sonrió satisfecho al ver la positiva reacción de la maestra. Nieves le dio un abrazo y un beso que llenaron al muchachito de fuerza para todo lo que quiso afrontar en su vida.

Uno de los mejores cocineros de la región se gestó en ese momento gracias a una sincera demostración de cariño y respeto por parte de la maestra del pueblo hacia un niño de siete años.

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