Martina en el País de las Hadas episodio número 30
Martina en el País de las Hadas

Martina en el País de las Hadas (XXX)

Autor de la fotografía: http://www.viktorhanacek.com/

El invierno comenzaba a llenar de un blanco manto el pueblo de Nieves. Así que todo el pueblo se afanaba en preparar los caserones para la dura etapa que estaba por venir. El clima era tan extremo en la montaña que muchas veces los habitantes de la aldea tenían que abrir caminos en la nieve para ir de una casa a otra. Ya que en los inviernos más duros la nieve no daba tregua.

Nieves, Purificación y sus tías tejían guantes de lana en el cuarto de costura. El pequeño José Luis no paraba de crecer, por lo que tenían que hacer y deshacer sus prendas continuamente. Como los guantes del muchacho, que ya había cumplido nueve años.

Mientras tejía, la chica miraba a su hermano un poco como una madre mira a su hijo. A pesar de que ella tenía solamente cinco años cuando la madre de ambos falleció, el hecho de que José Luis fuera un bebé había llevado a la niña, de manera inconsciente, a asumir la labor de mamá.

Nieves era solamente una muchacha, pero los catorce años que había cumplido ese verano pesaban sobre ella. La chica se sentía mayor y tenía una apariencia completa de mujer. Su mente estaba a caballo entre la niñez y la edad adulta, pero ya se comportaba con una responsabilidad propia de alguien que llevara una casa.

Y en cierto modo, es a lo que se había dedicado durante los años posteriores a la pérdida de Martina. Había hecho todo lo que estaba en su mano por unir a la familia y mantener alto el ánimo de todos. Y entre medias, tejía una manta en honor a su madre. Solamente faltaban por tejer tres cuadros, pero llevaba años sin decidirse por el diseño de los mismos.

Cada vez que pensaba en esos tres cuadraditos, se acordaba de esa hada que la acompañó en el día de su primera comunión. Era la última vez que su madre la había visitado en forma de mágico ser diminuto. La mente de Nieves le decía que eran imaginaciones de niña. Pero en el fondo de su tierno corazón, la muchacha albergaba la esperanza de que su madre apareciera de nuevo volando hacia su cama para desvelarle el misterio de los tres últimos cuadros de su manta.

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¡Felices labores!

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