Martina en el País de las Hadas episodio número 33
Martina en el País de las Hadas

Martina en el País de las Hadas (XXXIII)

Autor de la fotografía: http://www.viktorhanacek.com/

Habían pasado once años desde la muerte de Martina y Nieves cumplía los 16. La niña voluntariosa, alegre y trabajadora se había transformado en una mujer prematura que empezaba a dejar de creer.

El acercamiento de la edad adulta es demoledor para los sueños. La acumulación de dolores provoca una contradictoria indolencia que muchas personas no desean, pero que terminan padeciendo. Como todo iba muy rápido en la vida de Nieves, el descreimiento de la edad adulta le había llegado antes de su mayoría de edad.

El único elemento que la mantenía en contacto con sus ilusiones infantiles era su eterna colcha, la manta que tejía en honor a una madre que perdió cuando la niña tenía apenas cinco años. Siempre encontraba una excusa para no concluirla nunca. Nieves se escudaba en un pretendido perfeccionismo para hacer y deshacer continuamente, para no dar nunca por zanjada una cuestión que, a pesar de los pesares, seguía viva en el fondo de su corazón.

El día terminaba y la muchacha decidió irse a la cama. El mismo ritual de siempre: lavado de dientes, camisón, rezo largo e intenso en busca de una señal de su madre, y a dormir.

Una vez que se tumbaba en la cama, siempre echaba un último vistazo a la ventana donde había visto flotar a su mamá transformada en hada. Nieves no creía, pero prefería mantener los rituales.

La chica se frotó los ojos y sintió una suave brisita en la cara. El corazón le dio un vuelco. Estaba allí, frente a ella, y esta vez Nieves tenía los ojos abiertos de par en par. La muchacha se quedó inmóvil, el miedo a que esa imagen se fuera la impedía incluso pestañear.

—Hija mía, vengo a avisarte de que algo terrible está por suceder.

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¡Felices labores!

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