El bordado artístico que platica con el corazón liberado
Fotos, Gimena Romero.
La sensación de soledad llevó a Gimena Romero al universo del bordado, aunque fue precisamente esta disciplina la que le granjearía grandes momentos en la compañía de otras bordadoras. Y es que tal y como afirma esta licenciada en Artes Plásticas y Diseño, especializada en Estampa e Ilustración, «de lo que realmente aprendo es de hablar con la gente, las pequeñas compañías son la raíz de mi trabajo». Gimena Romero, mexicana de nacimiento y «española de sangre, de amor y de recuerdo», lidera su escuela de bordado y ha realizado diversas publicaciones, una de las cuáles, «Hebra de Agua», fue libro del año en Teixim la Ciutat. La bordadora se ha formado en el bordado de la alta costura parisina, aprendió bordado con hilos de oro en Sevilla y bordados Tenangos en Hidalgo, y vive a caballo entre México y España, país al que viaja con regularidad a impartir sus solicitados talleres. En su página web http://gimenaromero.net se pueden consultar las fechas y lugares de realización de sus próximos seminarios.
LA VOZ DE LAS COSTURERAS.: ¿Cómo aprendiste a bordar?
GIMENA ROMERO.: Empecé a bordar hace seis años en Francia porque me sentía sola y extrañaba mi casa y a mi familia. Estando allá en Lyon empecé haciéndolo como me dí sola a entender: paso uno, hilo a través de la aguja, paso dos, aguja a través de la tela… Al volver a México le mostré mis buenas intenciones bordadas a mi madre –porque eran sólo eso– y ella, que había estudiado bordado y tejido militar en el Salvador, se quedó viendo mi tela, y después de un par de segundos de desaprobación me dijo muy firme: «Gimena, esto no sirve». Lo deshizo todo. Después me enseñó a bordar. Con el tiempo seguí sola y ya después estudié bordado de alta costura en Lesage y bordado con hilos de oro en Sevilla, también he estudiado bordado tradicional mexicano en comunidades por aquí.
LVC.: ¿Qué significa para ti el bordado? ¿Conecta esta disciplina con recuerdos de tu infancia?
GR.: No tengo recuerdos de mi madre o mi abuela bordando. Mi madre es pintora y más bien tengo recuerdos de ella frente a lienzos enormes, de sus pinceles y lo hermoso de las formas. Para mí el bordado es mucho más que un recuerdo familiar. Mi madre y mi abuela bordan, por supuesto, fueron a una escuela de monjas muy exigente en El Salvador de donde son oriundas, pero yo no aprendí a bordar así. Para mí el bordado es un lenguaje. Hablo con hilos, con gestos y telas.
LVC.: ¿Qué sientes cuando bordas?
GR.: Cuando bordo es como cantar mientras improviso una canción, suavecito, con cuidado. Es como acariciar el aire. Es un modo en el que no se pueden decir mentiras, ni a mí misma. Para mí, la costura es pedir por favor a la vida.
LVC.: ¿Recuerdas alguna anécdota bonita que tenga que ver con este bello mundo de los hilos?
GR.: Hay tantas… recuerdo que cuando empecé a bordar nadie de mi generación lo hacía. Hace poco me pasó algo muy fuerte. Normalmente en mis talleres suele haber lágrimas, lágrimas de catarsis, de pasión, de alegría. El modo en que doy clase es uno muy íntimo, y es mi forma de invitar a mis alumnos a compartir y a vivir el bordado. Hace poco me invitaron a un festival en Brasil a dar unas charlas y talleres y al abrir el último taller, durante la sesión de introducción a la hora de presentarnos me fui dando cuenta del grupo peculiar que tenía. Una chica que estaba de luto por la reciente muerte de sus dos padres me dijo que fue por indicación de su psicóloga, una señora con cáncer terminal, una chica que había cruzado todo el país para estar ahí ese día tras un aborto natural y escuchar de primera mano la clase… me di cuenta que todas las presentes estaban (mos) rotas, muy rotas de un u otro modo y el hecho de que estuvieran ahí conmigo confiandome estas vivencias y estas heridas para que las remendáramos juntas me conmovió a tal punto que la acabo en lágrimas ese día fui yo. Yo les enseño a bordar, pero ellas me enseñan a vivir.
LVC.: ¿Cómo surgió la idea de los cursos de formación que impartes?
GR.: Empecé a dar clase hace siete u ocho años más o menos, porque veía gente en mi círculo, y compañeros de mis estudios de Arte, que querían hacer cosas con nuevos medios, piezas increíbles con textiles electrónicos e interactividad, pero nadie tenía ese primer escalón, el «antes de hacer que se mueva, bórdalo». A la gente parecía asustarle más el aventarse a bordar que el aventarse a programar. Y fue cuando di mi primer taller de bordado básico hasta lo que es la oferta educativa que tengo ahora. El objetivo de mis talleres es quitarle a la gente el ya clásico prejuicio de la técnica «bordar es para abuelitas». ¡Bordar es para todo el mundo! Es una técnica como lo es el óleo, la acuarela, la fotografía o el video. Es un soporte de diálogo y creación. Lo que se quiera decir ya está en la historia de cada quien. Lo que yo hago es separar las diferentes técnicas que uso en mi producción personal por talleres o módulos y les muestro técnica y soportes alternativos. Me importa mucho que mis clases sirvan de espejo y sean agente de investigación en el quehacer de cada persona.
LVC.: ¿Qué destacarías de tu propuesta formativa?
GR.: Creo que es interesante señalar que toda la propuesta educativa del estudio es un desborde de mi producción e investigación personal. Esto le da a mis talleres algo muy especial que es la vivencia de primera mano. Hay que hablar de bordado, hay que hablar mucho y bordar mucho. Como una canción que no queremos que se nos olvide otra vez. En mi estudio se habla de bordado contemporáneo que se apropia del origen para convertirse en un lenguaje completamente actual, en una forma de expresión artística y de comunicación de nuestro presente cotidiano. Se habla de un bordado que ya no sólo tiene que ver con indumentaria, artesanía y tradición sino también de semiótica, origen, contexto, identidad, femineidad y hasta de poesía.
LVC.: Vives a caballo entre tu tierra natal, México, y España. ¿Qué diferencias ves en el modo de abordar la disciplina a uno y otro lado del Atlántico?
GR.: La familia de mi padre fueron refugiados políticos durante la guerra civil española. Soy española de sangre, de amor y de recuerdo. México, España y Francia me han hecho quien soy ahora. Cuando uno se dedica al textil siempre mira hacia el origen, a las grandes casas de alta costura en Francia, al bordado tradicional, y las cosas que están muy cerca es fácil que pasen desapercibidas. Pero en México hay una gran y diversa tradición bordadora que he tenido la oportunidad hermosa de explorar más a fondo últimamente. Siento que en Europa aún el bordado está muy arraigado a la tradición aunque es cierto que la comunidad de bordadoras actuales está en aumento.
LVC.: ¿Cuáles son tus proyectos de futuro?
GR.: Actualmente estoy en la Ciudad de México y estaré aquí al menos un año más por un proyecto de investigación de bordado mexicano muy fuerte en el que llevo trabajando un tiempo ya. También tengo publicados ya dos libros y este año vienen tres más. Uno de ellos, «Hebra de Agua», fue libro del año en Teixim la Ciutat. Estoy a punto de publicar un libro de investigación en torno al bordado tradicional y contemporáneo, esto me hace sonreír. Y pienso que mi mayor interés ahora es producir y hacer crecer la comunidad bordadora desde este punto de vista artístico y conceptual.