La madrina de memoria fotográfica que vistió para el bautismo a los hijos de Almonacid
Fotos de la galería (con los trabajos de Justa Soguero), por Noemi Martínez
Después de casi 80 años de experiencia, nadie duda de la maestría de Justa Soguero con el punto. Las trabajosas cinco agujas y su privilegiada memoria fotográfica han sido una constante durante gran parte de los 93 años que ha vivido. Una mujer con una habilidad fundamental en su localidad natal, puesto que muchos de los nacidos allí en la década de los cincuenta del sXX han sido bautizados con conjuntos elaborados por ella.
Justa Soguero nació en Almonacid de la Sierra. Nada más entrar en esa localidad zaragozana, el olor a leña y el trajín del mercado son augurio de buena mesa. Como la que se encuentra en la casa de Justa: una bandeja llena de manjares caseros sobre una mesa que parece haber visto muchas celebraciones. Dulce de membrillo, tomate confitado y turrón casero, hechos por las manos de las mujeres de la familia, reciben al visitante e invitan a la conversación.
Después de una cálida recepción, Justa se acerca a la mesa para sentarse junto a su hija Lola, heredera también de su talento con el manejo de los hilos. Los movimientos de la matriarca por la estancia demuestran una envidiable agilidad, y la delicadeza de sus obras hablan de una recia vista que no ha mermado después de 79 años de finos trabajos.
“Aprendí en la escuela. Todas las chicas de la escuela hacíamos calcetines para los militares”, recuerda Justa. Entonces tenía 12 años, edad a la cual descubrió su afición al punto. “Ella le cogió gustillo, hacía punto con cinco agujas. Tiene verdaderas maravillas hechas”, apunta su hija, Lola Sanz.
Y así lo demuestran sus intrincados trabajos, aunque Justa le reste importancia a la dificultad de ejecución de sus paños. “Para mí no es difícil, como lo sé hacer”, responde con su simpática sorna mientras muestra con las manos uno de sus trabajos. “Esto se hace con cinco agujas, como los calcetines. Pero no todas saben, porque es difícil de hacer”, reconoce.
A pesar de que nadie le enseñó a crear esos complicados paños, éstos son delicados y profusos. “Ella tiene que ir calculando cómo puede sacar las hojas y cuantas puede poner, porque no sigue un patrón”, explica Lola al tiempo que muestra orgullosa el trabajo de su madre. “A mi madre nunca la he visto sin hacer nada. Siempre la he visto con una labor de punto”, añade.
Y todo lo hace a base de memoria. Como aquella vez en la que, de soltera, copió un paño de una amiga suya con apenas echarle un vistazo. “Mi amiga tenía unos paños en un comodín. Yo cada domingo me fijaba, volvía a casa y hacía lo que había visto. Al siguiente domingo volvía a mirar y hacía lo que seguía, hasta que terminé el paño”, explica mientras con una sonrisa socarrona admite que la propietaria de la muestra nunca supo que la reprodujo.
Esta capacidad para la reproducción de trabajos con apenas un vistazo también la tiene su hija. “A mí me ha pasado también, estar en la fila del Dagesa, ver una chaqueta que me gustaba, volver a casa y hacerla”, comenta. De hecho, Lola demuestra talento, no solamente en macramé, punto y bordado, sino también en la interpretación. En el fondo de su mirada y su natural desenvoltura se contempla una actriz que pudo dar rienda a su querencia por este arte en el documental “La expulsión de los moriscos”, una coproducción impulsada por la Casa Árabe, y emitida en el Canal Historia.
Mientras Lola muestra sus trabajos con macramé y bolillos, encuentra un paño antiguo, que toma su madre con las manos. “Puede tener 80 años. Ese debió ser de la tía Feli, era mi hermana, que era como yo, también le gustaba hacer punto”, puntualiza Justa. La tía Feli era una de sus tres hermanas, a las cuáles ha sobrevivido. “La que iba delante de mí era como yo, le gustaba mucho hacer punto, pero no le gustaba enseñar”, recuerda simpática, puesto que reconoce que a ella le sucede lo mismo. “Yo tampoco tengo paciencia para enseñar. Con 93 años que tengo prefiero jugar a las cartas”, bromea.
“Mi madre era muy lista. Le gustaba coser. Los vestidos nuestros, cuando éramos pequeñas, los cosía ella”, rememora Justa al recordar a su familia, compuesta en la actualidad por tres hijos, dos nietos y una pizpireta biznieta de dos años que disfruta luciendo su traje regional en las fiestas del Pilar de Zaragoza.
Indumentaria que también confeccionan las mujeres de la familia. “Cuando mi hijo era pequeñín le hice el traje de baturro. Mi madre le hizo las medias con ‘garbanzos’ que se llamaban entonces”, apunta Lola al tiempo que muestra una faldiquera. “Antiguamente la gente no llevaba bolsos, pero sí que necesitaban llevar su dinero. Entonces ponían las faltriqueras debajo de la saya, como hoy lo llevamos cuando nos vestimos de baturras, para llevar las llaves, el móvil, el monedero…”, explica.
De entre todos los trabajos que hay en la casa, Lola encuentra conjuntos para bebé. “La mayoría de los que tienen ahora 60 años en Almonacid se han bautizado con jerseys hechos por mi madre. Cobraba apenas 30 pesetas, por un jersey con el gorro y las botas”, menciona.
Al hilo de este recuerdo, Justa evoca un momento vivido en su juventud con una clienta inesperada. “Una vez vino una señora, estaba embarazada, y se conoce que preguntó quién hacía jerseys. Indicaron mi casa. Entonces estaba haciendo para mi hijo José Luis, que no había nacido. Al verlo me dijo que se los vendiera. Pensé, ‘ahora que nazca el mío y no tenga jerseys’”, sonríe. Finalmente, Justa se los vendió por “lo que me quiso pagar la mujer, porque yo no sabía lo que valían. Se los di e hice otros con el dinero que me dio”.
Y así ha pasado toda una vida, tejiendo para propios y vecinos. Incluso hoy en día, dicen los que la conocen, puede darle la madrugada tejiendo, enfrascada como se encuentra en su labor, como suele pasarle a las personas que han trabajado tanto, y durante tantos años.
Actualmente Justa está enfrascada en la elaboración de unas medias. “Esta la tengo que deshacer, y hacerla más larga, porque es muy corta”, comenta. “Esto es para poner la liga y coserlo después. El hueco donde va la liga no es cosido, lo haces al mismo tiempo. Cuando tienes la goma metida coses este trocito —señala el espacio que deja para introducir la liga— y ya la pones a la medida de la pierna”, detalla Justa.
Mientras su hija termina de mostrar el profuso trabajo de su madre, llega toda la familia a recoger a las dos mujeres para la celebración del 93 cumpleaños de Justa. Es sábado y toda la estirpe se ha acercado a Almonacid de la Sierra a conmemorar la efeméride. Prestas recogen los paños, jerseys, calcetines y prendas de punto, fruto todas ellas de casi 80 años de experiencia, y vivencia, de la matriarca de la familia Sanz. Con su paso ágil y reposado, Justa acude a la cita del brazo de su hija Lola, en un camino que recorren juntas, unidas por la sangre y el amor por las labores.
NOTA DE LA AUTORA: Justa Soguero falleció en enero de 2017, apenas unas semanas después de que ambas charláramos. En mi recuerdo queda su sentido del humor y la amabilidad y el cariño con los cuáles nos recibió a mi familia y a mi en su casa. Sirvan estas palabras como homenaje a una gran mujer, matriarca de una gran familia.