María Jesús Ruiz, directora de El Hilo Armónico - La Voz de las Costureras
Entrevistas

María Jesús Ruiz, directora de El Hilo Armónico

La cadencia ancestral del repiqueteo aragonés más universal

Fotos de la galería e interiores: Noemi Martínez Pérez.

El encaje sedujo a la zaragozana María Jesús Ruiz mucho antes de que el destino la llevara a compartir su saber en El Hilo Armonico, escuela de encaje de bolillos que fundó en el año 2009 en Zaragoza. Una maestra encajera que combina la docencia con su labor de recuperación de las randas ansotanas, un encaje típico aragonés, y con su fascinación por las aplicaciones menos convencionales de una técnica tradicional con gran arraigo en Europa.

María Jesús Ruiz, diplomada en Biblioteconomía y Documentación, es una de las encajeras más doctas en el terreno del bolillo, aseveran sus alumnas. Tal y como manifiestan sus estudiantes, la encajera aragonesa está siempre dispuesta a aprender y transmitir sus conocimientos. Una instrucción nada desdeñable, puesto que cuenta con numerosos cursos de formación impartidos por expertas internacionales, así como un título de la Escuela Holandesa que la avala como Maestra Encajera. Un certificado obtenido a lo largo de cuatro años de cursos intensivos que las maestras holandesas imparten dos veces al año en España. Dicha acreditación se obtiene una vez superados ocho cursos, uno por cada especialidad, a los que se suma otro de clasificación e identificación de encajes.

«Este curso no sólo me ha servido para aprender a hacer encaje, sino también para saber enseñar. Yo sigo ese método», asevera una encajera que añora la existencia en España de escuelas nacionales de encajeras que si se encuentran en países como Alemania, Francia, Finlandia, Suiza u Holanda.

Una importancia que en Europa se otorga al encaje como parte relevante del universo textil, y que se puede vislumbrar en la importancia que tiene en sus sistemas formativos. «La escuela austriaca de encaje, depende de la Escuela de Diseño y está abierta desde el siglo XIX. Todas las encajeras que vivían en los países que estaban bajo la influencia del Imperio Austrohúngaro recibieron una formación similar, que se tradujo en la creación de la Escuela de Eslovenia, la Escuela de Gorizia… Allí hacen una formación de cinco años para llegar a ser maestras encajeras. Incluso tienen que hacer un diseño y ejecutarlo en un examen», explica.

El encaje de bolillos tiene un peso singular en Europa, y fue precisamente una maestra encajera internacional la que puso a María Jesús en el camino de la excelencia. «Buscando en internet encontré una página italiana llamada Fiore e Tómbolo. La autora de la página me habló de Gianfranca Tolloi, una diseñadora italiana que daba clases por internet. Los domingos por la noche conectábamos vía Messenger y nos daba clase gratis», recuerda María Jesús.

«Gianfranca era una maestra que decía que había que enseñar, que como maestra tenías que transmitir. Esa es la filosofía que aplico: cualquier cosa que yo aprendo lo primero que hago es enseñarlo», asegura. De hecho, así es como decide abordar la enseñanza en su escuela. «Yo doy las clases compartimentadas, por cursos, no dirijo labores. Los doy como me los han dado a mí», añade.

La maestra italiana puso a María Jesús en la senda que ha seguido desde entonces, pero su pasión nació mucho antes de conocerla. El gusto por los bolillos surgió en el hogar, donde la atracción por los trabajos manuales era palpable. «Mi abuela paterna le había enseñado a mi hermana a hacer ganchillo, mi hermana me enseñaba a mí, yo había aprendido a hacer macramé, siempre hemos hecho cosas en casa. Mi madre ha sido una modista buenísima», recuerda.

María Jesús Ruiz con el «Randero», el mundillo con el cual se realizan las randas ansotanas.

El encaje de bolillos ya rondaba por la mente de María Jesús Ruiz cuando solía acercarse a Moisés García Lacruz, un establecimiento de principios del siglo XX que estuvo situado en la esquina de la plaza del Pilar de Zaragoza con la calle Alfonso, en cuyo escaparate había un mundillo que captaba su atención. «Entré allí varias veces a preguntar si conocían a alguien que enseñase bolillos. Una de las veces que entré me dijeron que una señora les había dejado el teléfono y me daría clases», comenta.

Esta primera toma de contacto con lo que sería su futura pasión fue breve por circunstancias que acarrea la vida, aunque, como dice el refrán, «nunca es tarde si la dicha es buena». Años después retomó el aprendizaje. A lo largo de ese periodo estuvo en contacto con piezas de encaje que despertaron su interés. Y en la búsqueda de la revista donde se hayaban los patrones de esos diseños se abrió para ella un nueva perspectiva sobre su pasión.

«Busqué el teléfono de la editorial de Burda en España, llamé a Barcelona, y les pregunté si tenían esa revista porque la quería. La chica, amabilísima, me dijo que no la tenía, pero que bajaría al almacén a buscar todo lo que hubiera de bolillos. Me dijo que tenía tres revistas, una de ellas era un cursillo, y me las mandó. Fue como una revelación. Para mí fue una sorpresa enorme lo que vi, porque pensaba que los bolillos eran algo español, que hacían sólo nuestras abuelas. Pero para nada», añade.

Y es que, según continúa María Jesús Ruiz, «los bolillos se hacen en todos los países de Europa, muchos de los cuáles tienen escuelas nacionales de encaje desde el siglo XVIII. Estas escuelas formaban a profesoras que iban por los pueblos y formaban a las encajeras para que todas tuviesen los mismos criterios y la técnica fuese la misma».

Esta visión universal del encaje llevó a la fundadora de El Hilo Armónico a recibir formación de especialistas procedentes de Alemania, Bélgica, Italia, República Checa, Holanda, Australia, Rusia y Eslovaquia, entre otras. Aunque una de las clases que recuerda con más cariño la recibió de una experta nacional, Mariña Regueiro, maestra encajera gallega con la que realizó un Curso de Empieces y Remates en Encaje de Torchón en los primeros momentos de su aprendizaje.

«Estábamos alojadas en una casa rural, las comidas y las cenas eran muy divertidas, siempre había un rato de paseo… trabajábamos unas dentro de la casa y otras en el jardín, porque tenía muchas alumnas y muchos grupos. Este curso fue una iniciación maravillosa», rememora.

Un ambiente que trata de reproducir en su escuela, El Hilo Armónico. «Me encanta enseñar, es muy enriquecedor, para mí es muy importante la conexión humana, así como la tradición. Con la investigación sobre las randas estoy haciendo algo que se lleva haciendo generaciones, estoy contribuyendo a que no se pierda, lo estoy transmitiendo… eso para mí tiene mucho valor», manifiesta.

Es precisamente la investigación la labor que entusiasma a María Jesús Ruiz en estos momentos. «Estoy recuperando un encaje aragonés», apunta con orgullo. Se trata de las randas, una pieza clásica de la indumentaria tradicional ansotana.

Página web de la escuela de encaje de bolillos de María Jesús Ruiz.

«Para mí fue muy emocionante saber que en Ansó se volvían a hacer las randas. Son piezas de encaje que se llevan en el cuello de las camisas, y que se hacen sin patrón. Para ello se forraba el mundillo con una tela de lino, procedente de basquiñas viejas –falda de la indumentaria tradicional– y se rellenaba de estopa», explica.

Este encaje procedente de la localidad oscense de Ansó se trabaja en una silla baja, de modo que se pueda sujetar el peculiar mundillo, llamado randero, con las rodillas. Tal y como señala la encajera aragonesa, los bolillos con los que se fabrican las randas son de boj, y algo más cortos que los bolillos convencionales.

El descubrimiento de las randas le vino a María Jesús de la mano de «una encajera alemana, Marianne Stang, que fue presidenta de la asociación alemana de encajeras durante mucho tiempo. Una experta en los encajes sin patrón, de los cuáles hay en toda Europa. El encaje de Ansó es más sencillo pero en Queyras (Francia) hay unos encajes sin patrón muy anchos, más complicados. También en Finlandia, donde hay una tira muy parecida a las aragonesas. Son los encajes más primitivos que hay, se llaman también encajes domésticos, los hacían las mujeres para sus ropas», relata.

Esta labor de recuperación del encaje ansotano le ha reportado momentos memorables, muchos intensos, y otros más simpáticos. «Hice una publicación en el boletín de la Asociación Internacional de Encaje de Bolillos y Encaje de Aguja, sobre las randas, con fotos y un diagrama. Cuando salió publicado, una encajera holandesa me escribió diciendo que había hecho la randa, y que si necesitaba a alguien para hacerlas que contara con ella. En Europa el encaje antiguo gusta mucho», recuerda con cariño.

Dicha investigación ha sido posible gracias a la colaboración de vecinos de Ansó, como Lourdes y su familia, así como del Ropero de Ansó, un almacén de indumentaria ansotana mantenida por el Ayuntamiento y voluntarias.

«Allí la gente dona prendas de la indumentaria tradicional de Ansó. El último domingo de agosto celebran la llamada Exaltación del Traje. El que no lo tiene se apunta en el ropero para que le presten la ropa. Las mujeres del ropero se encargan de lavar las prendas, de almidonarlas, plancharlas, recogerlas, prestarlas…Yo miré todas las camisas del ropero para reproducir sus randas. También he conocido gente de Ansó que me han dejado sus colecciones. Además, Dabi Latas, de la tienda Anteayer Indumentaria de Alcañiz, que tiene una colección de camisas de Ansó tremenda, amablemente me mandó fotografías, y con ellas saqué el diagrama», asegura.

Esta labor de investigación, que se plasmará en una publicación que María Jesús se encuentra en proceso de elaboración, supone para la encajera aragonesa un punto de encuentro con la tradición que le sirve de impulso hacia el futuro. De hecho, aunque disfruta con la recuperación de técnicas tradicionales, esta maestra quiere ir un paso más allá para situar al encaje en otro nivel.

«A mí me gustan mucho los montajes. Hay unos arquitectos que hacen unos montajes con encaje preciosos, gigantescos, hicieron uno en Amsterdam que recordaba a los gorros típicos de las holandesas, y que estaba hecho con un hilo que se ilumina. Los diseños eran de encaje de aguja y parte de bolillos. Por la noche, iluminado, tenía una atmósfera mágica. Ahora están haciendo unos erizos enormes en encaje de aguja, pero la arquitecta que lo ha diseñando ha adaptado los patrones para hacerlo con ganchillo. Hay una arquitecta eslovena que hace decoraciones en paredes enteras… me parecen iniciativas muy interesantes», comenta.

Unas inquietudes que María Jesús transmite en sus clases. «Al mismo tiempo que me gusta transmitir, me encanta que se aplique de diferente manera, que además de las puntillas de siempre el bolillo sea otra cosa», declara.

La escuela de bolillos El Hilo Armónico es el lugar donde confluyen todos estos años de aprendizaje y experiencias, de sensaciones, trabajo y revelaciones. Un espacio ameno donde el bolillo es en parte excusa para la recuperación de las «terapias femeninas de antes», aquellas en las que las mujeres se reunían al final del día a charlar, aprender y enseñar. Un lugar que representa la apuesta docente de una maestra inquieta que con los cinco sentidos atrapa y transmite la esencia de su pasión.

 

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