Autor de la fotografía: http://www.viktorhanacek.com/
La aplicada muchacha de montaña había decidido dejar de estudiar. A pesar de que era la mejor de su escuela, que estaba destinada a ser la sucesora de la actual maestra, Nieves pensó que su obligación era atender a su familia.
La tejedora más conocida del pueblo de montaña en el que vivía le comunicó a la maestra su decisión. A la mentora de la chiquilla le dio un vuelco el corazón cuando escuchó de boca de su favorita que abandonaba su proyecto de convertirse en maestra. Únicamente acertó a pedirle que se diera un tiempo para pensar, que hablara con su padre para ver si realmente necesitaba que Nieves dejara de estudiar para atenderle.
Pero la decisión era firme. La abuela había desaparecido y con ella el pilar fundamental de la familia entera. Si la vida hubiera sido diferente, tal vez hubiera podido continuar sus estudios, pero en las circunstancias que habían sobrevenido, la de Nieves era la mejor decisión.
Al menos así lo creía ella. Porque sus tías pusieron el grito en el cielo cuando supieron de sus intenciones. Las herederas de la matriarca habían luchado junto con la maestra y la abuela para que la niña siguiera los estudios. Resultaba evidente que el potencial de su sobrina era tremendo, y era una lástima que lo malgastara sin necesidad. Aunque también conocían la determinación de la chica, así que pensaron que seducir al padre para que la convenciera era mejor opción.
Ricardo se encontró a las hermanas de su mujer frente a él en el momento en el que volvió del campo de trabajar. Las mujeres eran un manojo de nervios y se pusieron a hablar todas a la vez. Entre las unas las otras pudo inferir que su hija había decidido dejar los estudios. El hombre, cansado, dejó a un lado el zurrón en el que guardaba la comida y colgó la chaqueta. Miró a las expectantes mujeres y se sentó.
—Nieves es lista y sabrá lo que más la conviene.
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