Martina en el País de las Hadas, episodio décimo.
Martina en el País de las Hadas

Martina en el País de las Hadas (X)

Autor de la fotografía: http://www.viktorhanacek.com/

« ¡Ha llegado la primavera!», gritó una mañana Nieves al abrir su ventana. La hermosa y terrible montaña que la vio nacer estaba plagada de flores, y el olor al rocío de la mañana le hizo recordar que el buen tiempo había llegado para quedarse.

La niña bajó corriendo las escaleras de la casa para ayudar a su abuela a preparar el desayuno. Le gustaba colaborar en la casa, ayudar a los demás, sonreír fuerte para que los demás estuvieran contentos. Nieves era un calmado torbellino repleto de amor y ganas de construir.

En la cocina ya estaba su papá y el pequeño José Luis, que ya tenía un año y comenzaba a experimentar con los primeros pasos. Era muy bonito ver cómo intentaba mantenerse en pie y tratar de caminar, sin éxito, una y otra vez. En ocasiones sus fracasos le hacían llorar, pero siempre había unos brazos disponibles para consolarle.

El papá de Nieves se levantó de la mesa para ir a trabajar el campo. Era un hombre grande y fuerte, muy serio en apariencia pero con una sorna fantástica. La pérdida de su compañera le había apagado mucho, aunque siempre tenía una sonrisa para su niña.

«Hoy vendrá la tía Conchi con cosas para tu colcha, ha bajado a la ciudad», le contó Ricardo a su hija. Sabía que eso la animaba, pero que la ponía muy nerviosa. Así que aunque hacía días que sabía que las nuevas lanas de colores estarían ese día en casa, no se lo contó hasta que faltaran escasos instantes para que la niña las tuviera en sus manos.

Nieves fue al colegio hecha un manojo de nervios. Cada vez que su tía llegaba con material para su colcha, la niña se sentía más cerca de su difunta mamá. Pensaba que si las nuevas lanas eran lo suficientemente bonitas, su hada-mamá iría a verlas y podría reencontrarse con ella.

Podría darle por fin el abrazo que no pudo regalarle la noche que se le apareció en la ventana.

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¡Felices labores!

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