Martina en el País de las Hadas episodio número 26
Martina en el País de las Hadas

Martina en el País de las Hadas (XXVI)

Autor de la fotografía: http://www.viktorhanacek.com/

Los dos brazos de Nieves sostenían una madeja de lana blanca que Purificación estaba transformando en un práctico ovillo. La chica iba moviendo los brazos al compás de los movimientos de su abuela, de modo que facilitaba su labor, aunque la tarea la sumía en un profundo sopor.

Mientras se dedicaba a una tarea que tanto la aburría, la chica se perdía en sus pensamientos de adolescente. Por un lado, trataba de diseñar mentalmente otro cuadradito para la manta que tejía en honor a Martina, su fallecida madre. Por otro, pensaba en un chico muy guapo de su clase que la sonrojaba con solo mirarla. Y por otro, recordaba las palabras de su maestra cuando la animó a continuar con sus estudios.

Nieves se sentía emocionada por el ofrecimiento de su mentora. Aunque no tenía muy claro qué haría con tal oferta. Por un lado, deseaba con todas sus fuerzas continuar en el colegio y estudiar para maestra. Aunque por otro, su responsabilidad con su familia la echaba atrás.

La chica sentía que debía cuidar de su padre y de su hermano, ya que desde que murió su madre ella había decidido atender las labores de su progenitora. En su mente y su corazón se libraba una batalla entre el deber y el deseo que nunca llegaba a buen término. Porque cualquier decisión que tomara tenía unas consecuencias que a Nieves no le agradaban.

Rechazar la oferta de su maestra le cerraba una puerta que ansiaba abrir, y aceptarla suponía abandonar a su familia. Ninguna de las dos opciones que se abría ante sus pies la satisfacía.

Por suerte para ella la decisión última la tenía su padre, Ricardo. La obligación de obedecerle la eximía de responsabilidad y le facilitaba un responsable que no era ella misma.

Ese pensamiento egoísta la asustó un poco. Qué hubiera pensado Martina, su madre, si hubiera oído ese pensamiento.

De pronto su incipiente adolescencia le llevó a otro pensamiento que no le gustaba: si su madre no hubiera fallecido, ella sería libre de decidir. Esa idea aterraba a Nieves porque su preocupación le llevaba a responsabilizar mentalmente a las dos de las personas que más quería en este mundo: sus padres.

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¡Felices labores!

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