Mottainai Zaragoza, bordado, zurcido y conciencia social
Entrevistas

Mottainai Zaragoza

El placer del encuentro entre hilos y zurcidos

Fotos de la galería: Noemi Martínez Pérez.

El retorno al gusto por las reuniones de charla y bordado. Un deseo de muchas que ahora encarnan los encuentros de bordado y zurcido que el colectivo Mottainai de Zaragoza organiza dos veces al mes en La Harinera de San José. Un colectivo impulsado por Yolanda, Mercy y Ruth, artistas procedentes de diferentes ámbitos, que abogan por un modo de vida respetuoso con la herencia y la naturaleza.

De esta manera, el grupo organizador de los encuentros es, según explican en su blog, un «colectivo de impulso al arte textil desde el cuidado a la vida en todas sus manifestaciones: naturaleza, tiempo, fantasía… Convencidas de que a través del fomento del arte textil, con un enfoque eco-feminista, aportamos en la construcción de una sociedad basada en el respeto a la vida como opción, ética, relacional y económica. Nos centramos en promover acciones socio-culturales que hagan frente a los retos de nuestra sociedad a través del fomento de la recuperación textil vinculada al arte».

Mottainai nació en agosto del pasado año de la mano de Mercy, periodista y bordadora, y Yolanda, graduada superior en Diseño de Moda y Patronaje, equipo al que pronto se unió Ruth, artesana, grabadora, ilustradora y diseñadora gráfica.

Ruth y Yolanda trabajan en uno de sus proyectos. Foto: Noemí Martínez Pérez.

El colectivo arrancó su actividad con la convocatoria de los encuentros de bordado y zurcido en La Harinera de San José. Estas quedadas se organizan en forma de un «grupos de formación colaborativa» que se reúnen desde entonces dos domingos al mes y cuya asistencia es libre y gratuita.

«Partiendo de la filosofía japonesa ʿmottainaiʾ, que significa literalmente ʿno desperdiciar nadaʾ, investigamos técnicas de remiendo, zurcido, bordado europeo, latinoamericano y japonés (llamado sashiko). Con estas técnicas, que son profundamente tradicionales, buscamos recuperar y producir piezas textiles reivindicando sus posibilidades artísticas, la belleza de las prendas y las técnicas transmitidas de generación en generación», explican en el blog de Mottainai.

Estos encuentros arrancan normalmente con un reto planteado por las impulsoras de Mottainai, con el objetivo de que el aprendizaje resulte ameno. Por ejemplo, para que la práctica de las puntadas básicas del bordado no resultara aburrida, plantearon a las asistentes a uno de sus encuentros la posibilidad de realizar con ellas figuras geométricas.

De esta manera, las quedadas resultan motivadoras y estimulantes. Como aquella en la que Yolanda, Mercy y Ruth acercaron al encuentro un libro de Haikus y varias cajitas con té, con el objetivo de hacer «un ejercicio de atención plena», explica Yolanda. Para ello, antes de comenzar a bordar, invitaron a las personas presentes a oler y observar el té, a visualizar el proceso de cultivo de la planta, su recolección, el viaje del producto hasta el supermercado donde fue comprado… y en base a las sensaciones experimentadas en este ejercicio, cada asistente escogió un haiku y lo bordó en tela.

Mercy prepara el material de trabajo del encuentro. Foto: Noemí Martínez Pérez.

Así, los grupos colaborativos de Mottainai adquieren dimensiones que exceden del aprendizaje de técnicas de costura. Por ejemplo, tal y como rememora Yolanda, el bordado ha sido una decisivo para ella como forma de expresión plástica de sus emociones. Todo gracias a los retos que Mercy, la experta en bordado del grupo, plantea en cada encuentro. Y, sobre todo, gracias a la mutua compañía.

«Bordar ha sido siempre algo muy femenino. Y no es malo, que las mujeres quedasen a bordar o a hacer bolillos o ganchillo en corro hacía unidad, las mujeres no éramos enemigas, éramos compañeras», apunta Yolanda mientras describe uno de los objetivos fundamentales de los encuentros: aprender las unas de las otras con una agradable conversación como telón de fondo.

«La idea es aprender todas de todas, que cada una se sienta profesora. Cuando enseñas algo que has practicado, aunque sea poquito, te sientes superbién. Sientes que tienes un valor, que tienes algo que aportar. La idea es encontrar un sitio donde estemos relajadas y podamos traer nuestra labor de domingo a domingo y continuarla en casa si nos apetece», explica Yolanda.

Todo ello en pro de la recuperación de un ritmo vital sosegado y consciente, y de una reflexión sobre el actual estilo de vida. En este sentido Mottainai basa su ideología como colectivo en la teoría del Decrecimiento y en el concepto de Consumo Responsable. Unos valores que se unen al respeto por la sabiduría popular, en particular por la japonesa, de la cual precisamente nace el nombre del grupo.

Bordados. Foto: Noemí Martínez Pérez.

De esta manera, la palabra que da título al colectivo surge de la tradición japonesa y «significa no desperdiciar nada. Viene del fantasma ʿMottainaiʾ que se aloja dentro de las cosas que son infrautilizadas», explica Yolanda.

Tal y como asevera la artista zaragozana, este es un concepto desarrollado por la consultora de organización japonesa Marie Kondo, quien asegura que «los objetos tienen vida, que tienen su propio espíritu y hay que cuidarlos. Es una manera de decir que tenemos que tener respeto por ellos. Por ejemplo, las prendas son tejidos que están hechos con fibras, que su vez vienen de una planta que ha sido cultivada, recolectada, hilada, transformada… en primer término es la naturaleza».

Esta toma de conciencia del origen y valor de los objetos retoma la tradición popular de nuestros antepasados. Tal y como recuerda Yolanda «en la antigüedad los tejidos se solían hacer en casa. Había gente que tenía ovejas en casa, hilaban su lana, se lo daban al tejedor y luego se lo daban al sastre para que les confeccionase un traje. E incluso dependiendo de la habilidad de la gente de la casa podían hacer ellos todo el proceso».

Es por ello que, según añade la diseñadora, las personas «valoraban ese tejido», hasta el punto de que «en las herencias se repartían las prendas. Hay escritos en los que se especifica ʿdejo dos faldas de mudar, una falda de diario, una blusaʾ… Se heredaba porque era algo de valor. Sobre todo en los entornos rurales pobres, en los que era muy importante tener una falda para el domingo ir a misa, que estuviera decente, aunque estuviera zurcida».

Un trabajo en ejecución. Foto: Noemí Martínez Pérez.

Una necesidad por la recuperación de las prendas de vestir que compartían en Japón. Allí «hay una costumbre de ofrecer arroz a los dioses. Se guarda en unas bolsitas llamadas ʿkomebukuroʾ que estaban hechas con trocitos de prendas rotas. Esos pedacitos de tela también servían para arreglar la ropa de trabajo de los pescadores», comentan desde Mottainai.

«Los trocitos se unían con un tipo de hilván llamado ʿsashikoʾ, que significa literalmente ʿpequeñas puntadasʾ. Servían para reparar la prenda y lograr incluso que la prenda fuera un poco ignífuga. El ʿsashikoʾ refuerza de tal manera la trama y la urdimbre que ya no pasaba ni el aire por ese tejido», relata Yolanda, quien explica que «esa misma puntada sirve para hacer decoraciones, para hacer dibujos geométricos»

«En Japón reutilizan todo. Por ejemplo, en la técnica tradicional de costura se utilizan unas agujas especiales que al pasar la seda no dejan agujero. Y no se hace nudo. Igual que en el bordado, se va de adelante hacia atrás para empezar y finalizar la puntada. De manera que cuando tienen que lavar los kimonos, que tienen que descoserlos enteros para que la prenda no se deforme, no queda ninguna marca de costura. Eso no pasa en las prendas occidentales. Gracias a ello, si por ejemplo heredas un kimono y tienes que cambiar el ancho del hombro, es muy fácil adaptarlo, porque además el kimono lleva unos cuatro centímetros de costura. Finalmente, con las hebras que sobran hacen bolitas para que jueguen los niños», añade.

Los trabajos que se elaboran en el grupo colaborativo son muy diversos. Foto: Noemí Martínez Pérez.

Toda esta tradición de la que se empapan las impulsoras del colectivo Mottainai de Zaragoza tiene múltiples frutos. Además del grupo colaborativo que se reúne dos veces al mes, han lanzado para el próximo mes de marzo un taller denominado «Punto Cierzo». Este curso, que tendrá lugar en La Harinera de San José, en Zaragoza, es depositario de todo el corazón del colectivo.

«La palabra y la aguja se unen a través del hilo y en la tela para tener un diálogo sobre nuestro viento: el Cierzo. Te proponemos experimentar con el bordado para crear textiles que cuenten historias. Es una serie de tres talleres, nueve horas en total, en los cuáles reflexionaremos sobre el Cierzo como patrimonio inmaterial de nuestra historia colectiva. Y trabajaremos técnicas de ilustración textil basándonos en bordado contemporáneo», explican las creadoras de Mottainai en el blog del colectivo.

El taller se desarrollará los días 7, 14 y 21 de marzo y las inscripciones pueden realizarse en el correo electrónico harinerazgz@gmail.com. Según aseguran desde el grupo, no es necesario tener conocimientos previos y tiene un precio de 10 euros.

Además de este curso, Mottainai Zaragoza organiza la primera Muestra de Creadoras Textiles residentes en Zaragoza. El evento, denominado «Hilaku, Diálogos con el arte textil», se desarrollará en el Centro Cultural Joaquín Roncal del 20 de abril al 13 de mayo de este año.

Todo un compendio de acciones que tienen el arte textil como hilo conductor y gracias al cual este colectivo trata de recuperar lo mejor de las tradiciones para enfrentarse al presente y el futuro con toda la fuerza y la energía de la camaradería que existe entre las mujeres.

 

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