Las impresoras en 3D pueden acabar la costura, pensé esta semana al ver un vídeo en el que se mostraba cómo la impresión de prendas a medida será una realidad en breve. Una alternativa mas ecológica ya que se eliminan los restos textiles y se reducen el consumo de agua y las emisiones de carbono, pero que alimentó en mi una duda: ¿la investigación en los tejidos hará desaparecer este oficio que tanto admiro y respeto?.
Las alternativas que ofrece la búsqueda de nuevas formas de producción textil son cada día mayores, y todas ellas prometen un menor impacto para el planeta y especialmente, para los seres vivos del reino animal. Piñas, hongos o la basura que el ser humano deposita en el mar se convierten así en fuente de fibras con las que fabricar tejidos de diverso tipo. Algunos de ellos tienen textura y apariencia de cuero, debido a lo cual el uso de animales para surtir de materia prima a la industria textil y del calzado podría llegar a su fin. Como todas las innovaciones, la implementación de estos materiales beneficiará a unos en detrimento de otros, aquellos que se verán forzados a buscar vías para reciclarse y mantenerse en el mercado.
Aunque de todas las innovaciones que han llegado a mis oídos la que más ha llamado mi atención por sus posibles implicaciones es el desarrollo de una impresora en 3D que puede imprimir prendas a medida, sin necesidad de hilos y costuras. Sin querer vinieron a mi mente otros inventos que en el mundo de la costura cambiaron el terreno de juego, como lo fue la máquina de coser. Según explican en la web del Museu de la Tècnica de L´Empordà (http://www.mte.cat/), el inventor de la primera máquina de coser eficiente, el sastre francés Barthélèmy Thimonnier, experimentó el rechazo a su invento medio año después de haber registrado su patente. «El miedo a la competencia desleal de esta máquina, que era capaz de dar hasta 120 puntadas por minuto hizo que, en enero de 1831, doscientos obreros atacaran la fábrica, saqueándola y quemando todas las máquinas. Después del incidente, Thimonnier abandonó la Societé y volvió a su población de origen, donde continuó perfeccionando y construyendo máquinas de coser», explican en la web del Museu.
Thimonnier, junto a su socio inversor Ferrand, habían fundado la «Societé Germain petit et Cie Paris», con una producción a finales de 1830 de 80 máquinas de coser. Su invento había sido la primera máquina que incorporó de forma exitosa una aguja vertical para coser la ropa, explican en la web del Museu de la Tècnica. A pesar de lo revolucionario de su creación, según se relata en Wikipedia, murió en la pobreza a los 63 años. (Y no asesinado por el gremio de sastres franceses, como reza una información que circula por facebook y de la cual www.costureras.info se hizo eco por confiar en su veracidad. Pido disculpas por ello a l@s seguidor@s de Costureras Gaceta, página de facebook oficial del blog)
El rechazo frontal a un cambio que derriba de un plumazo el modo de vida de un grupo de personas es un hecho repetido a lo largo de la historia. Del rechazo a la destrucción, no hay más que un paso, aunque como la historia nos ha enseñado, de poco sirven los arrebatos pasionales ante el paso inexorable del desarrollo. Y ahora, en el siglo XXI, llega otro invento que amenaza el modo de vida de muchos, y que abre puertas a nuevos negocios. Según narran en la web www.itfashion.com, investigadores de la Universidad de Loughborourgh de Londres, el grupo tailandés Yeh y una marca de moda que quiere mantenerse en el anonimato, colaboran en el desarrollo de una impresora capaz de conseguir ropa personalizada en menos de 24 horas. Tal y como explican, esta opción reduciría los residuos textiles, el consumo de agua y las emisiones de carbono, y conseguiría fabricar prendas baratas de un modo muy rápido.
“Con la impresión en 3D no hay límites frente a lo que se puede construir y es esta libertad de diseño lo que hace que la innovación tecnológica sea tan emocionante, da vida a lo que antes se consideraba imposible. Este enfoque moderno de la producción de prendas de vestir ayuda a satisfacer la creciente demanda de ropa y calzado personalizado que a través de la impresión 3D pueden ser producidas de una manera sostenible y ética», explica a www.itfashion.com Guy Bingham, profesor de productos y diseño industrial en la Universidad de Loughborough.
Las ventajas que esta impresora ofrece son numerosas, aunque detrás del argumento ecológico hay una realidad social nada desdeñable, y es que miles de personas que en el mundo se dedican a la costura verán cómo una nueva máquina cambiará su oficio definitivamente, del mismo modo que lo hizo el sastre francés en el siglo XIX con su eficiente invento. El concepto de ética y sostenibilidad que menciona el profesor de la universidad londinense puede que no incluya la parte social de la misma, aquella que puede ver afectada su fuente de ingresos.
Cada novedad técnica conlleva beneficiados y perjudicados. Y la investigación en los tejidos no es ajena a ello. En una breve búsqueda en internet se encuentran, por ejemplo, fuentes vegetales que emulan tejidos de origen animal. El cuero vegetal Piñatex (www.ananas-anam.com) y el Muskin (http://www.gradozero.eu/), material elaborado a partir de hongos, son ejemplos de ello. El primero de ellos es fruto de la observación de la doctora española Carmen Hijosa. Tal y como explican en la web http://ecoinventos.com, la doctora por la Royal College of Art de Londres trabajó como consultora en la industria de artículos de cuero en Filipinas. «Durante su estancia en el país, se dio cuenta de que el cuero no sólo se estaba volviendo más escaso y caro, sino que el procesamiento del material se traducía en una considerable contaminación para el país. Por consiguiente, se dedicó a la búsqueda de una alternativa más ética y responsable con el medio ambiente. Hijosa encontró la inspiración en prendas de vestir bordadas tradicionales de Filipinas que se hacen con las fibras de las hojas de piña. Estas fibras se pueden utilizar para hacer un material no tejido de malla que es similar al fieltro y forma la base para la creación de Piñatex», relatan en la citada web. «Para fabricar el cuero vegetal Piñatex, las fibras de los residuos de la piña se cortan en capas y se procesan como un textil. El textil se puede crear con diferentes espesores y también se puede procesar de diferentes formas, con el fin de crear diferentes tipos de texturas, incluso similares al cuero. Se necesitan las hojas de aproximadamente 16 piñas para producir un metro cuadrado de tela», concluyen.
El segundo de los materiales similares al cuero, Muskin, surge por iniciativa de la empresa italiana Grado Zero Espace. «Este nuevo material llamado Muskin, es similar al cuero y se maneja de igual forma pero tiene la ventaja de que el proceso es libre de químicos tóxicos y el material es totalmente natural. El Muskin se extrae de la parte superior de las setas, cultivadas específicamente para esto. Se procesa de una manera muy similar a la del cuero animal, pero sin químicos. Según la empresa, esta ausencia de sustancias químicas hace que el material sea no tóxico, ideal para la fabricación de piezas que entran en contacto directo con la piel. Pero esta no es la única diferencia de este material. Los científicos han identificado que el Muskin no promueve el crecimiento de bacterias y tiene una gran capacidad para absorber la humedad y luego soltarla. Estas características lo hacen ideal para ser utilizado también en plantillas, zapatos o correas de reloj, por ejemplo. El tejido también es naturalmente resistente al agua», explican en la web ecocosas.com.
Ambos tejidos, el basado en la hoja de la piña y aquel que utiliza como base los hongos, consiguen la textura y la apariencia del cuero. El éxito de estas innovadoras producciones serían una gran noticia para el reino animal y para el planeta, que recibiría menos emisiones tóxicas, aunque puede que no tanto para la industria del cuero y sus trabajadores, que se encontrarían en medio de otro punto de inflexión histórico.
Además de estos dos tejidos, que son capaces de imitar el cuero sin implicar a animales en su fabricación, la página web ecocosas.com menciona otro tipo de tejidos novedosos, como el Econyl, material fabricado a partir del reciclaje de redes de pescar; Bio-couture, un tejido mezcla de té verde, azúcar, bacterias y levadura de cerveza; Ecoalf, elaborado con plástico PET reciclado, resto de café, redes de pesca y neumáticos; Santo Fruto, empresa que elabora ropa vaquera a partir de botellas de plástico recicladas; o Equilicúa, marca que usa la fibra de la patata con el mismo fin que la anterior.
A nivel personal, reconozco que todas estas innovaciones, tanto la impresora 3D de ropa como la de los tejidos que evitan el uso de animales, me parecen fascinantes y necesarias. Pero como reza la tercera ley de Newton, «con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria». Aunque el físico británico se refería al movimiento de los cuerpos, como forma de explicación a los problemas planteados por la mecánica, lo cierto es que esta sentencia también funciona como explicación de los fenómenos humanos. Siempre que hay una invención que cambia la vida de miles de personas, muchas de estas reaccionarán en contra como forma de preservar aquello que conocen y que les da de comer. La impresora de ropa en 3D es un invento sensacional, pero no puedo evitar reflexionar sobre las consecuencias sociales que pueda conllevar. El tiempo corre muy rápido ahora, lo que procuró el alimento a mi familia cuando yo era niña es ahora pieza de museo. Ya no se heredan los oficios porque ni siquiera uno acaba su vida desarrollando el primero al que se dedicó. En estos tiempos vertiginosos hay novedades maravillosas, que solamente espero que no supongan la pobreza de muchos.
Si te ha gustado esta entrada, puede suscribirte aquí para no perderte ninguna de mis actualizaciones ¡Felices labores!