«Hacer y deshacer, todo es quehacer»
Con una breve sentencia, mi bisabuela le dijo a mi madre todo lo que tenía que saber para manejarse con calma en la vida. «Hacer y deshacer todo es quehacer», así le explicó una sabia mujer a su nieta que el error es parte del proceso de aprendizaje, que en las equivocaciones reside la sabiduría. Mi bisabuela Purificación le enseñó esto a su hija Martina (mi abuela) y a su nieta Nieves (mi madre), todas ellas una saga de costureras que probablemente continúen una tradición que comenzara siglos atrás. Y aquí estoy yo, la cuarta de la saga, que se ha lanzado con amor y con canas a la continuación del oficio. No de modo profesional, puesto que aunque soy una aficionada apasionada, la costura no es mi fuente de ingresos. Es únicamente mi pasión.
Me llamo Noemí Martínez Pérez, periodista de formación y costurera por afición. Mi devoción por la costura es algo que llevo inscrito en todas las células de mi cuerpo. Sin embargo, hasta ahora no me había decidido a dar el salto y aprender. Y he descubierto que lo que confecciono me llena, me relaja y me realiza. Es por ello que he decidido darme este homenaje, crear una web en la que combine mi profesión querida con mi pasión amada: el periodismo con la costura.
Mi trayectoria profesional me ha llevado a la radio (Mungia Irratia, Santurtzi Irratia), las agencias de noticias (Europa Press) y la prensa escrita (Deia, Periódico de Aragón). He desarrollado labores de redactora y maquetadora, me he formado como fotógrafa y he hecho algún pinito en el terreno del diseño gráfico. Todo este aprendizaje me ha ido dirigiendo a la creación de esta web, que nace con la vocación de ser un periódico especializado en las labores tradicionales, en el que se trate el oficio desde mi prisma de periodista tejedora. Entrevistas, reportajes, noticias… todas ellas relacionadas el oficio de las costureras.
Hablo en femenino porque mi bagaje lo es. Esta tradición nace y se transmite a través de las mujeres de mi familia, tanto materna como paterna. Y sospecho que el mío no es un caso aislado. Intuyo que este ha sido un oficio femenino, una labor en torno a la cual se han reunido las mujeres a lo largo de los siglos, siempre después de atender a sus muchas obligaciones. Siento que la costura es una labor delicada fruto no sólo de la necesidad, sino también del amor. A los hijos, a la familia, al hogar… y a la belleza.
Yo me uno a ese amor por la belleza, la de las personas capaces de hacer hermoso todo lo que tocan; con una sonrisa, con un gesto amable, con un compromiso. Esas gentes capaces de pasar horas tejiendo un mundo más hermoso y más fuerte. Madres, abuelas, hermanas y amigas unidas por una camaradería heredada generación tras generación. Reivindico esa hermandad femenina que ha llevado a nuestras antepasadas a amamantar al bebé de la vecina cuando la fatalidad le negaba la leche. Que ha impulsado a estas fuertes mujeres a criar a sus hijos en comunidad para poder atender largas jornadas de duro trabajo en el campo. Y que les ha llevado, al final del día, a reunirse en torno a una mesa camilla, a coser y tejer amigablemente, felices de ver pasar los días en la mutua compañía.
«Hacer y deshacer, todo es quehacer», decía mi bisabuela materna. Seguramente también lo decía María, mi abuela paterna, después de dejar la azada en un rincón y lavarse bien las manos para tomar en brazos al bebé de su vecina, que amamantó sin pensárselo dos veces cuando supo que lo requería. Posiblemente lo hayan dicho muchas madres y abuelas a lo largo de la historia. Ellas lo sabían; en el error está la sabiduría. Sólo espero que en esta web que inicio los errores que cometa no quiten brillo a la grandeza de un oficio y una tradición que deseo honrar con todo el amor de mis palabras.